Memorias de una aventura a pié

En 1987, un profesor y 05 estudiantes de artes escénicas de la UNIVERSIDAD DE LOS ANDES, se propusieron hacer una caminata desde Mérdia hasta Caracas. Lo lograron en solo 18 días, venciendo obstáculos y mil penurias. Venezuela no se enteró, porque nadie les creyó.Yo, Juan Carlos Contento García, soy uno de los protagonistas y sobrevivientes. Aquí están mis memorias, guardadas por más de 20 años.
No olvide ir al capítulo I. Gracias por su visita.

9/12/08

Capítulo II. La partida

31 de julio de 1987

Era la madrugada fría del viernes 31 de julio, que grabaría en su fresco y oscuro manto, el frenesí de cinco jóvenes que ya se encontraban reunidos para comenzar una gran batalla.
El reloj acusaba las 7:00 AM. Vi llegar a mi padre, en compañía de Julián, mi hermano menor, que venían a despedirnos. Entonces, sin saber cómo, sentí una gran tristeza que traté de disfrazar rápidamente, y al poco tiempo estaba con nosotros el grupo que nos despediría, después de cantarnos una linda canción. Allí emergió una confusión de lágrimas, risas, abrazos y gritos. Con la bendición de mi padre y los rostros tristes de mis compañeros emprendimos la marcha.

Me sentí grande, por primera vez en mi vida. Una vez en el camino, empezamos el descenso. Nadie decía nada, solo caminábamos. Comencé a sentir un intenso frío, y de una cosa estoy seguro...que no se trataba del clima. Antes de llegar a una curva, a escasos 200 metros de la partida, nos dieron alcance dos de nuestros compañeros de clase, que se retrazaron en la despedida y venían a desearnos suerte. Eran Yaced y José. No cabe duda que algo explotó dentro de ellos también, pues lo pude sentir en sus abrazos.

La mañana era estupenda y la temperatura ,más aún. Lugo de avanzar los primeros kilómetros ganamos confianza y nos sentimos dueños de la carretera. Rompimos en conversaciones y chistes que al calor de nuestros pasos escondían el comienzo del cansancio.

En una de las miradas que di a la orilla, vi la placa de un auto tirada en el piso. Para mayor sorpresa, la matrícula correspondía a la capital. Fue un lindo presagio de sí llegaríamos. Un paréntesis a esa alegría que ya sentía, fue el hecho de haber llegado a la entrada de la Mucuy; el sitio donde perdió la vida mi querida amiga Lisbeth; una linda flor morena, que dejó de existir a sus escasos 17 años de edad. Volvió a flotar la tristeza y juré por su memoria que conquistaría la meta.

El primer descanso fue en Tabay. Allí descansamos breves minutos mientras bebíamos suero hidratante y nos cubríamos con crema para la piel, pues el sol empezaba a acosarnos. De esta manera nos preparamos para el ascenso hacia el páramo.

Seguimos caminando ante la mirada un poco indiferente de los viajeros, que de vez en cuando nos saludaban con la corneta de su auto y se formulaban interrogantes acerca de nuestra presencia en la carretera. Particularmente me sentía muy optimista y en perfectas condiciones, aunque en algunas ocasiones me retrasé un poco para acompañar a Alexander. Ya caía la tarde y conquistamos nuestra primera meta: Mucuchíes.

Pernoctamos nuestra primera noche de campaña, sintiendo ya los golpes de la bajas temperaturas y curando nuestras propias heridas. Admito que el más afectado fue Alexander, pues tuvo que extraer con una jeringa la sangre de sus ampollas.

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