Memorias de una aventura a pié

En 1987, un profesor y 05 estudiantes de artes escénicas de la UNIVERSIDAD DE LOS ANDES, se propusieron hacer una caminata desde Mérdia hasta Caracas. Lo lograron en solo 18 días, venciendo obstáculos y mil penurias. Venezuela no se enteró, porque nadie les creyó.Yo, Juan Carlos Contento García, soy uno de los protagonistas y sobrevivientes. Aquí están mis memorias, guardadas por más de 20 años.
No olvide ir al capítulo I. Gracias por su visita.

9/12/08

Capítulo I. La idea

A la memoria de mi pequeña Isabella.
A veces en la vida de un hombre existen sueños especiales. Para muchos, soñar no cuesta nada y, para la mayoría, los sueños son simples fantasías. Hoy puedo decir que la realización de un sueño nos trae mucha felicidad y que vivimos en la manera en que somos felices.

Hoy soy muy feliz, al realizar uno de los mejores sueños de mi vida, y quiero contarlo a través de mis sencillas palabras, escritas una vez que empecé a hacer memoria.




19 de septiembre de 1.987


Todo empezó aquella noche, cuando me encontraba confundido entre las risas de mis compañeros, que nunca desaprovechaban un intermedio de la clase para manifestar cualquier situación que resultara graciosa.

Alexander, nuestro profesor, llamó la atención de todos y sin muchos rodeos nos dio a conocer una idea que, al principio parecía una locura, algo inaudito. Quería realizar lo que el espíritu nos dicta a muchos hombres; esos grandes designios del alma, a los que casi nunca hacemos caso; la pureza y majestuosidad de un estímulo sentimental, del cual estoy seguro ahora que es más fuerte que todos los Newton del mundo; lo suficiente como para infundir y mantener el aliento a un ser humano, que debería resistir los golpes de la madre naturaleza, a lo largo de ochocientos kilómetros de quebrada y recia topografía.

-Muchachos: se que les puede parecer una locura, pero quiero hacer algo que nadie ha hecho...¡Quiero ir caminando hasta Caracas!
Fueron las contundentes palabras de Alexander, y cuando aún no salíamos de nuestro asombro, preguntó:
-¿Quién me quiere acompañar?
En ese momento sentí que algo me empujaba a levantar mi mano, y lo hice sin pensarlo dos veces...
-¡Yo también quiero ir!
Alexander me miró un poco sorprendido, lo pude notar, al igual que lo hacían mis condiscípulos. Fue entonces cuando me sentí invadido por aquel soplo de alegría, al saber que en unos segundos yo también me hacía partícipe de aquel sentimiento, idea o locura...Ya éramos dos.

Al mismo tiempo, pude captar una voz dentro de mí que decía: “Es el comienzo. Llegó el momento que esperabas”. Sinceramente , me encontré aturdido, como si algo hubiese estado dormido, esperando ese momento durante tanto tiempo.

En seguida se fueron levantando, uno a uno, los que también emprenderían esta aventura: Seniel Torres, Wasim El Troudi y, posteriormente, Felix Dugarte.
Esperamos con ansiedad el día de nuestra partida; ese dichoso 31 de julio, amasando ilusiones y gestando en cada una de nuestras mentes lo que significaba esta proeza. Continuaron las clases y con ellas nuestra ansiedad; igualmente, se empezaron a asignar tareas:
Me encomendaron la misión de tocar las puertas de las farmacias, para buscar medicamentos, y algo conseguí. Los demás se encargaron de contactar la ayuda de los organismos oficiales, aunque sin mucho éxito.

Llegaba la hora. El día 30 en la tarde, ya era presa de los nervios; no lo puedo negar. Fui hasta mi casa y empaqué en un maletín lo que creí necesario. Era un jueves, el último día de clase, antes de viajar. Aquella vez la pizarra se quedó en blanco. La necesidad de sentirnos unidos, en familia, no obligó a dirigirnos a la plaza de Las Heroínas; allí compartimos por largo rato, intercambiando cariño, ideas y deseos, hasta que alguien dijo: “debemos irnos”.

Esa noche dormí en casa de Alexander. Antes de acostarnos, estuvimos empacando las cajas de medicina que logramos recolectar. Al mismo tiempo, le daba los toque finales a mi equipaje, en medio de una gran preocupación...Ya todo estaba listo.

1 comentario:

Unknown dijo...

Hermosas memorias... Las saborearé con lentitud y avidez. Son muchos años... Mil gracias por compartir.

Un abrazo.

Melida